Desde sus primeros años están rodeados de pantallas, dispositivos inteligentes y una conexión constante a internet.
Por Ivan Gomez
Los padres millennials están en la mira. A medida que esta generación comienza a asumir su papel en la crianza de los más pequeños, no dejan de llover las críticas: que si son demasiado permisivos, que si sus hijos son maleducados, que no saben leer ni escribir, y que la tecnología los ha absorbido por completo. Pero, ¿de dónde surge esta histeria colectiva? Y más importante aún, ¿tiene algún fundamento?
La Generación Alfa —aquellos nacidos a partir de 2010— es la primera en haber crecido por completo en un entorno digital. Desde sus primeros años están rodeados de pantallas, dispositivos inteligentes y una conexión constante a internet. Este contexto ha despertado alarmas entre sectores conservadores y tradicionales, que ven en estas nuevas formas de crianza una amenaza al desarrollo social y cognitivo de los niños.
Sin embargo, expertos señalan que muchas de estas críticas carecen de perspectiva. La pandemia de COVID-19 dejó secuelas profundas en la educación de millones de niños. En estados como California, por ejemplo, apenas el 43% de los estudiantes alcanzan el nivel esperado de lectura para su grado, un dato preocupante, pero difícilmente atribuible únicamente al tipo de crianza. El encierro, el cierre prolongado de escuelas y la dependencia forzada de clases virtuales jugaron un papel determinante.
Los millennials, por su parte, enfrentan una realidad muy distinta a la de sus padres. Con empleos más precarios, horarios laborales extendidos, un mercado inmobiliario inalcanzable y una vida acelerada por la tecnología, buscan criar a sus hijos con nuevas prioridades: salud emocional, comunicación abierta y adaptabilidad al cambio. No se trata de una falta de autoridad, como algunos sugieren, sino de una crianza que se ajusta a los retos actuales.
Aunque es cierto que existen estilos de crianza excesivamente laxos o dependientes de dispositivos electrónicos, generalizar y responsabilizar a toda una generación es una simplificación injusta. Psicólogos y sociólogos coinciden en que se necesita una mirada más amplia que considere los factores sociales, económicos y culturales que influyen en la educación de los niños hoy en día.
En vez de caer en reproches entre generaciones, especialistas proponen abrir espacios de diálogo que permitan compartir experiencias, aprender del pasado y encontrar formas colaborativas de enfrentar los desafíos de la crianza moderna. Al fin y al cabo, lo que está en juego no es solo el presente de los niños, sino también el futuro de la sociedad.
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