Tarea para la casa o castigo para el pobre

Por Ivan Gomez

Por décadas se ha repetido como mantra educativo que las tareas escolares son fundamentales para el desarrollo del niño. Que enseñan responsabilidad, refuerzan lo aprendido y preparan al estudiante para la vida. Pero lo que nadie quiere admitir es que, detrás de ese discurso aparentemente noble, se esconde una herramienta que reproduce desigualdad y castiga al que menos tiene.

Advertisement

No todos los hogares son iguales. No todos los niños llegan a casa con una madre que puede ayudarles con la lectura, ni con una computadora donde resolver ecuaciones, ni con una mesa amplia y silenciosa. Algunos llegan a hogares donde los padres no están porque trabajan turnos dobles. Donde los hermanos pequeños lloran, la televisión está encendida todo el día, y la cena se improvisa entre prisas y cansancio. En ese entorno, la tarea no educa… humilla.

Diversos estudios, desde el informe PISA hasta investigaciones de universidades como Stanford y Harvard, lo han dicho con claridad: las tareas benefician desproporcionadamente a los estudiantes con más recursos. ¿Y qué pasa con los demás? Repiten grados, reciben malas calificaciones, pierden la motivación, son etiquetados como “problemáticos” o “flojos”… y así se cierra el círculo.

Pero lo más cruel es cómo se ha romantizado todo esto. Se culpa a los padres por “no involucrarse”, sin reconocer que muchos apenas sobreviven. Se exige que los niños rindan como si todos tuvieran las mismas herramientas. ¿De verdad podemos seguir llamando “justicia educativa” a este sistema?

La pregunta es incómoda pero necesaria: ¿estamos educando o estamos clasificando? ¿Estamos promoviendo el aprendizaje o penalizando la pobreza?

No se trata de eliminar el esfuerzo ni de negar la disciplina. Se trata de entender que el esfuerzo real no se mide con cuántas hojas se llenan en casa, sino con cuánta empatía construimos en el aula. Las tareas podrían transformarse en espacios de exploración, en proyectos opcionales, en momentos de lectura libre o creatividad… pero no en una carga que profundiza las heridas de la desigualdad.

Tal vez sea hora de dejar de premiar a quien más tiene y empezar a educar para que todos puedan alcanzar.