Por Ivan Gomez
Qué reconfortante es pensar que el universo lleva la contabilidad moral. Que hay una especie de contable cósmico tomando nota de todo: que si tu ex te engañó, no te preocupes, el karma lo va a dejar calvo. Que si tu jefe es un miserable, tranquilo, ya viene su dosis de gastritis kármica.
El problema es que esa justicia poética… no llega. O tarda tanto que el infiel ya tiene tres hijos y casa nueva. El jefe se jubiló feliz. Y tú sigues esperando en la fila imaginaria del karma, como quien aguarda un Uber que canceló sin avisar.
La verdad, aunque duela —y va a doler—, es que el karma, como se lo han vendido a medio internet, no existe. No hay una energía mística que golpea a los malos ni una balanza universal que premia al que da abrazos gratis. A veces al que da, lo exprimen. Al que ama, lo dejan. Y al que roba, lo eligen para presidente.
Lo que sí existe es nuestra necesidad desesperada de que algo tenga sentido. De que el sufrimiento tenga lógica. De que alguien “allá arriba” esté tomando decisiones. Y como ya no creemos en el infierno, pues lo sustituimos por el karma. Una versión más zen, menos religiosa, pero igual de vengativa.
Y ni hablar del daño colateral: cuando alguien sufre, rápido sacamos el mantra moderno: “algo habrá hecho”. Porque claro, es más fácil creer que todo es consecuencia de algo que aceptar que el mundo, a veces, es simplemente injusto, cruel y sin explicación.
Lo irónico es que muchos que repiten “el karma existe” son los mismos que hacen scroll en TikTok burlándose de la caída de otro, mientras se sienten elevados espiritualmente. Como si reírte del sufrimiento ajeno no tuviera… karma.
Quizás sería más útil dejar de esperar que el universo haga justicia y empezar a practicarla nosotros. Ser amables sin esperar un trofeo energético. Perdonar sin imaginar que al otro le caerá un piano encima. Porque no, probablemente no le caiga. Y aún así, vale más ser alguien decente que andar rezando por venganza disfrazada de espiritualidad.
Así que la próxima vez que veas a alguien malo triunfando, no digas “el karma se encargará”. Mejor di: “sí, es injusto… y aún así, yo no me convierto en él”. Porque ese sí es un acto verdaderamente espiritual. Lo demás, puro TikTok.
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